miércoles, octubre 22, 2008

Yo Confieso

Padre, confieso que la quiero. Me resguardé en un poema de noche, entre sus cálidos labios y sus manos serenas, entre su blanca piel y su vientre tristísimo. Me perdí en sus pupilas como entre hojas secas y lágrimas reprimidas, perdidas. Me convencí que no debía y no podía. ¿Quien era yo, después de todo, para tenerla conmigo? Nadie, por supuesto. Me siento, me sé ladrón. Debe existir un porqué, pero no lo encuentro. Debe existir un cuándo que no recuerdo, no me interesa recordarlo. Debe existir un cómo que no domino. Debe existir un Dios que permita todo eso y considero, sinceramente, arrepentirme de mis pecados, por que la Gracia hizo que para ella yo existiese, no encuentro otra explicación. Venganza, Justicia Divina, he de pagar por mi alejamiento: Yo pecador, dominante de mentiras dominado. Yo que engaño y no merezco piedad. Yo que sufro por cuenta propia. Yo, con el amor muerto. Yo me acuso, Padre, de Quererla como no tiene una maldita idea. Y temo, confieso que le temo a Dios, por que ahora se que existe, que todo lo ve y todo lo sabe.
Sabe que la necesito, sabe que yo con ella Soy. Entonces sabe donde debe golpear para acabar conmigo. Sabe que mi castigo, el único que realmente me destruirá, ha de ser alejarme de ella, ha de ser quitándomela, llevándose mi único motivo para seguir. Por que la quiero tanto, Padre, que Dios la utiliza para abofetearme con su existencia. Ese Dios que olvidé, rencoroso.
Ese Dios que no olvida nunca a alguien como yo, que lo reta, que lo insulta.
Que lo necesita.

J. Barragán

2 comentarios:

ojoS iNfiNito dijo...

kiero pensar pero mejor no. Aveces la mentira es mas comoda para la gente ke no kiere mirar, bueno observar, ke siempre eh creido ke es mas importante ke simplemente mirar; Y KIERO pensar aunke me de flojera ke tu nueva persuasión tiene ke ver con la homilía pasada con tamales y atoles vulgares jajaja.

Mérita Sujey Abad dijo...
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